SILENCIO Y ORACIÓN

Jamás, nunca antes, el canto de la Salve de Difuntos me había llegado tan adentro. Jamás, nunca antes, había sentido en el corazón  el tañer monocorde de la campana de la hermandad de la aurora como latidos acompasados de un amor que ya se ha ido. Jamás, nunca antes, la mortecina luz de la vela en el farol había iluminado, de la manera que lo hizo, el camino de tinieblas en el que mi alma se sumergió el viernes 16 de octubre. 
Jamás, nunca antes, las ancestrales salves de difuntos habían sido entonadas en la semioscuridad de una sala de tanatorio para rezar por mi amada madre allí de cuerpo presente. 
Mis hermanos de las Benditas Animas del Purgatorio de Patiño quisieron honrar la memoria de mi madre y llegaron, hasta nosotros, en la fría y oscura noche del alma cuando el corazón roto no atiende a consuelos y solo la fe es el único asidero que encuentra el dolor desconsolado. 
Nunca, hermanos, olvidaré esa salve en aquella fría sala de un tanatorio, en semi penumbra, y vuestras roncas voces de la huerta rezando al cantar, cantando al rezar, pidiendo que la Virgen del monte Carmelo recogiera en sus amantisimas manos el alma de mi amada madre. 


Bajo la tenue luz del farol, en aquellos minutos que duró la salve, fueron pasando ante mi las imágenes de toda la vida de aquella mujer que, dentro de una caja de madera,  se había marchado de este mundo como siempre hizo. Sin hacer ruido, sin molestar, sin avisar, sin prepararnos a nadie de su partida. De manera repentina. Aquel cuerpo inerte parecía abrazarse a mi, como horas antes había hecho, y  cogía mis manos entre las suyas para decirme una vez mas "Cuanto te quiero hijo mio" Y la luz del farol, en la penumbra de aquella fría sala, me iluminaba el alma con la esperanza puesta en la Resurrección a la vida que esa mujer valiente y cristiana, luchadora infatigable y madre amantísima tanto había padecido y sufrido en este mundo. 


No puedo, es materialmente imposible, daros las gracias a todos. A los que fuisteis a darme un beso, un abrazo, a consolarme y apoyarme en estos duros momentos. A los varios cientos de mensajes recibidos en el teléfono y que no he podido contestar pues es prácticamente imposible hacerlo. Necesitaría muchas horas para ello. Hasta esa moderna herramienta de comunicación que es Washap se colapsó y fue incapaz de "procesar" tantas muestras de condolencia. A los correos electrónicos que no he contestado y a las llamadas perdidas que no atendí pues no podía articular palabra. ¡Cuantas muestras de cariño recibidas! ¡Cuantos detalles! 
Toda Murcia ha querido despedirla y consolarme. ¡Mi madre! 


Gracias al Real Cabildo Superior de Cofradías Pasionarias de Murcia y a todas y cada una de las que conforman la gran familia nazarena. Todas sin excepción. Desde los Presidentes a los anónimos nazarenos, algunos siquiera sin conocerme, que estuvieron a nuestro lado en tan duros momentos haciendo realidad el mensaje de Jesús de Nazaret. "Cuanto hicisteis por un hermano, lo estáis haciendo conmigo" 
 Vestirse de "nazareno" no es sacar una vez al año una túnica del armario y vestirla para procesionar una imagen de Cristo o de la Virgen. Ser "nazarenos" es lo que fuisteis vosotros, amados hermanos en cofradía, cuando como aquel Simón de Cirene ayudasteis con vuestra presencia y consuelo a que mis hombros llagados y mi cuerpo roto pudieran soportar el peso de tan dura cruz que, estos días, llevo en mi particular calvario.
 Fuisteis también la Santa Mujer Verónica que enjugasteis mis lágrimas, no se cuantas he derramado en torrente desbordado, y limpiasteis las cicatrices del alma con vuestros besos y abrazos. También, como aquellas santas mujeres, os acercasteis al cuerpo inerte llevando mil flores que lo perfumaran en su camino hacia el Padre. Esas coronas y cestas con todos los colores pasionarios de la Murcia nazarena, Peñas Huertanas y Auroros. Entidades culturales y anónimos ramos que hoy, apenas unas horas después, cubren por completo la tumba de mis padres, donde descansan para siempre esperando la gloriosa mañana de la Vida Eterna. 


Quiero también dejar patente el consuelo espiritual recibido de mis tres amados sacerdotes: Rafael Ruiz Pacheco, Luis Emilio Pascual y mi hermano Aurelio Sanz. Cada uno de ellos con su presencia, sus oraciones, sus palabras de consuelo y sobre todo, ante todo, el no querer dejarme solo en esos momentos de intenso dolor. Gracias amados amigos. Nunca olvidaré estos días a vuestro lado. Nunca. Como cristiano y como hombre de fe vuestra presencia significó muchísimo pues, por vuestro sagrado ministerio, era el mismo Jesús quien tenía a mi lado mostrándome su amor infinito. Su consuelo y su promesa de la Vida Nueva. 


Ya todo ha quedado atrás. Días de intenso dolor y sufrimiento que se han cerrado con esos sonidos que taladran el alma y se graban a fuego sin que nada ni nadie pueda jamas arrancarlos de la banda sonora de una vida. 
El golpe seco de la caja, con el cuerpo de una madre, al bajar al interior de una tumba donde, los restos de otra caja, conservan lo que queda de su amado esposo. Que terriblemente duro es ese momento Dios mío. 
Las losas que se cierran sobre la oquedad de la fosa y la tierra que, en palas, cae sobre ella. Pero sobre todo ese golpe, seco y duro, del mármol cuando se deposita encima y cierra para siempre el último capítulo de una vida llena de amor.
Como si fueran las cubiertas de un libro, que has terminado, y que recoge en sus páginas una existencia de entrega y sacrificio.
 De amor a unos hijos por los que luchó hasta que sus fuerzas se lo permitieron y manteniéndose siempre fiel a la memoria de un hombre, su enamorado marido, que hace ya cuarenta años se adelantó en el camino hacia la Vida Nueva y que con ella, con su Tere, disfruta del Amor sin límites de Dios que, seguro estoy, los habrá juntado para la Eternidad.
 No es un tópico, no son palabras huecas ni una frase hecha pero jamás, jamás, he visto en mi vida una pareja tan enamorada como la de mis padres. En los diecisiete años que disfruté de ambos crecí rodeado de amor y de una pareja que no podía pasar el uno sin el otro. Jamás he visto nada igual. Seguro que hay miles de matrimonios así, no lo pongo en duda, pero el de mis padres fue ejemplar. De verdadero y profundo amor. 


Con esta fotografía realizada en la residencia Villademar, hace tan solo un mes, donde entregó su alma a Dios y donde tantos y tan maravillosos mimos y atenciones recibió de toda aquella gran familia en sus últimos días de vida os reitero las gracias desde lo mas profundo de mi corazón por esas muestras de cariño, sin límites, que he recibido de todos y cada uno de vosotros.
Esa imagen, de mas arriba, de esa guapa mujer dándole con todo cariño el biberón a su hijo es la misma que sobre, estas lineas, coge mi mano como hacía siempre que estaba con ella. Ese calor, esas huellas, esas caricias, esos besos que nada ni nadie podrá arrebatarme jamas por muchos años que me puedan quedar antes de reunirme de nuevo con mis padres.
Me he quedado huérfano. 
Que duro es esto Dios mío. Que terriblemente dura es la palabra: huérfano. 

Gracias "mamaica", Teresica mía. 
Mi vida, mi luz, mi tesoro, mi cielo, mi angel de la guarda. 
Mi amor verdadero e insustituible. 


Tú nos dijiste que la muerte
no es el final del camino,
que aunque morimos no somos,
carne de un ciego destino.

Tú nos hiciste, tuyos somos,
nuestro destino es vivir,
siendo felices contigo,
sin padecer ni morir.

Cuando la pena nos alcanza
por un hermano perdido cuando el adiós doloridobusca en la Fe su esperanza.
En Tu palabra confiamoscon la certeza que Túya le has devuelto la vida,ya le has llevado a la luz.
Cuando, Señor, resucitaste,
todos vencimos contigo
nos regalaste la vida,
como en Betania al amigo.


Si caminamos a tu lado,
no va a faltarnos tu amor,
porque muriendo vivimos
vida más clara y mejor.

Comentarios

  1. Querido Alberto: Lo que yo "Jamás, nunca antes" había leído era algo tan hermoso en honor de una madre. En recuerdo de esa gran mujer, Teresa, que ha sido y será siempre tu madre. Cierto que el corazón se parte, que el alma se entristece, pero, y tu lo sabes igual que yo, no es un adiós. Tu madre, Alberto, "no está muerta, si no que duerme", que se reza en la eucaristía de corpore insepulto. Tu madre a vuelto a nacer, esta vez a la Vida Eterna, a esa Vida en la que tu y yo creemos, y de la que Teresa forma parte en los brazos amorosos del Padre junto a mi Cloti y otros muchos seres queridos. Leyendo tu homenaje a tu madre me he emocionado, has arrancado lágrimas de mis ojos pero no de tristeza, ni de compasión. Emoción y lágrimas de alegría por tu amor a esa madre que me recuerda el mío por la mía. Emoción y lágrimas de esperanza, porque, una vez más, el Amor lo puede todo. Ese Amor de Dios que llena una vacío mundano con esperanza en la Resurrección. Gracias Alberto, Amigo. Siempre a tu lado.
    Joaquín Vidal

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