DON JUAN TENORIO: SINFONÍA PARA UNA NOCHE DE OTOÑO
Todos los años, desde la década de los ochenta del pasado siglo, la Compañía "Cecilio Pineda" pone en escena en el Teatro Romea de Murcia "Don Juan Tenorio". Siguen la tradición iniciada por Cecilio Pineda que, desde 1902, lo venía haciendo en esta ciudad. Se rescató esta costumbre que, sus hijos y nietos, pusieron en valor y hoy Murcia es de las pocas, muy pocas, ciudades de España que llegando estos días representa la obra, íntegramente, como fue escrita por José Zorrilla y estrenada en el Teatro la Cruz de Madrid el 28 de marzo de 1844 por el actor Carlos de la Torre. En este año 2015 se estrena esta noche, 29 de octubre y permanecerá en cartel hasta el próximo día 2 de noviembre.
Es costumbre también, iniciada por Julio Navarro, padre, q.e.p.d en la década de los ochenta, que escritores, periodistas, poetas y hombres de letras de Murcia escriban el texto que, año tras año, ilustra el programa de mano y oficial que se entrega en el teatro.
Este año, dos mil quince, he tenido la suerte de ser yo el elegido. Dejo en este blog ese texto que figura en el programa del Tenorio del presente año para que, quien lo desee, lo pueda leer también por aquí.
Sin duda alguna ha sido un inmerecido honor que he recibido de esta Compañía teatral pues, me consta, son muchos a los que gustaría escribir estos textos pero solo es uno el elegido.
Gracias a Julio Navarro Albero y a toda la Compañía que dirige.
"DON JUAN TENORIO: UNA SINFONÍA PARA UNA NOCHE DE OTOÑO"
Es costumbre también, iniciada por Julio Navarro, padre, q.e.p.d en la década de los ochenta, que escritores, periodistas, poetas y hombres de letras de Murcia escriban el texto que, año tras año, ilustra el programa de mano y oficial que se entrega en el teatro.
Este año, dos mil quince, he tenido la suerte de ser yo el elegido. Dejo en este blog ese texto que figura en el programa del Tenorio del presente año para que, quien lo desee, lo pueda leer también por aquí.
Sin duda alguna ha sido un inmerecido honor que he recibido de esta Compañía teatral pues, me consta, son muchos a los que gustaría escribir estos textos pero solo es uno el elegido.
Gracias a Julio Navarro Albero y a toda la Compañía que dirige.
"DON JUAN TENORIO: UNA SINFONÍA PARA UNA NOCHE DE OTOÑO"
Los
rayos del sol se despiden por el viejo Malecón. Las tardes son más cortas y la
luz natural nos abandona envolviendo a la eterna Murcia en un manto de
tinieblas. Las nubes, blanquecinas y amenazantes, nunca terminan de descargar
el agua tan deseada. Los primeros cierzos llegan desde la sierra cercana. Las
castañeras, eternas vendedoras de una esperada mercancía, ocupan las esquinas
del callejero y aparecen sin saber siquiera de donde proceden pero fieles a una
cita que no se hace esperar. Los bronces, en los campanarios de la ciudad y la
huerta, se preparan para lanzar al aire su convocatoria al rezo de ánimas. En
las casas, las más tradicionales, no faltan las “mariposas” de san Juan Bosco
cuyos corchos, a flote en el aceite del tazón de barro, quedaran encendidas en
recuerdo de los que ya no están en este mundo. Aparecen, en la plaza de Santa
Catalina, los puestos callejeros de crisantemos, “mocos de pavo”, claveles,
rosas, margaritas, nardos y gladiolos. Justo al lado, en la de san Pedro, las
dulcerías propias de una gastronomía tanto tiempo esperada: el arrope y
calabazate. Pan de higo y orejones. Salen al mostrador, desde los obradores de
las confiterías, huesos de santo y buñuelicos de viento. Se hacen las gachas en
las cocinas de los hogares murcianos, con harina y granos de “anís matalahúva”
y nuestras madres y abuelas compran “panizo” que no trigo, para hacer
“tostones” que de esa forma y manera, sean de sal o de azúcar, se llamaron toda
la vida en Murcia. Sabido es que lo de las “palomitas” vino importando del
mundo anglosajón y cobró vida propia en las salas de cine. Pero en lo que al
hogar se refiere, y más en tiempos de otoño, son “tostones” y no otra cosa lo
que cruje lentamente dentro de la sartén
sobre el fuego. Y a lo lejos, sorteando las primeras escarchas del otoño, las
recias voces de los hombres de la huerta recorrerán sendas y carriles, veredas
y rinconás, entonando las “salves de difuntos”. La huerta reza cantando, y
canta rezando, para rogar a Dios por las benditas ánimas del purgatorio y todos
los fieles difuntos.
Esa
misma noche, otoñal y murciana, sube el magnífico telón de boca del Teatro
Romea y sobre las centenarias tablas, aparece, Julio Navarro Albero perdón, don
Juan Tenorio, maldiciendo a los que con sus gritos no le dejan escribir la
dichosa carta en la mesa tabernaria de la Hostería del Laurel.
El arte de la
escenografía, el rico decorado que la compañía utiliza, nos traslada por el
túnel del tiempo a esa Sevilla de tiempos del emperador don Carlos V, que Dios
guarde, y van apareciendo los “malditos” que no dejan concentrarse al burlador
provistos de máscaras y guitarras porque en carnaval estamos.
Lucen ellos sus
más ricas galas y ellas generosos escotes por donde escapan carnes prietas que
distraen por un instante a don Juan en su afán por terminar la dichosa carta.
Llegará también el Comendador de las Calatravas y don Diego Tenorio. Ciutti,
Centellas, Avellaneda, don Luis Mejía y
Gastón. Mientras, Butarelli, se afanará en tener contentos a los parroquianos
sirviéndoles buen vino y jamón de la casa para que, los disfrazados, saquen
cuantas más monedas mejor de sus bolsas repletas para el gasto de fiesta tan
popular.
Mientras,
la eterna Murcia, sigue recordando el drama de Zorrilla como si fuera la
primera vez que se representó. Como si, de nuevo, resucitaran sobre las tablas
los versos del poeta de Valladolid en boca de don Cecilio Pineda en aquellos
felices años veinte cuando, aquel murciano ejemplar, decidió representar el
Tenorio como un acto más dentro del popular calendario de noviembre y las
jornadas de difuntos.
Del mismo modo que lo vivió aquella bohemia inolvidable
de los Perico Flores, Luis Garay, Antonio Garrigos amigos, además, de don
Cecilio y colaboradores la mayoría de las veces con el actor en la puesta en
escena del romántico drama.
Se
irán sucediendo los cuadros: de la Hostería veremos la destreza del burlador
para salirse con la suya en el empeño de conseguir a doña Inés. Luego la
profanación del claustro cuando por fin consigue su propósito y caerá el telón,
ya estando en su quinta, consumado el rapto de la inocente y tras haber matado
al mismísimo don Gonzalo de Ulloa, Comendador de Calatrava, que acude a la
mansión del libertino pidiendo justicia mientras el Guadalquivir lame
mansamente los muros de aquella cárcel para la infeliz de su hija la novicia
doña Inés.
Y
la compañía teatral “Cecilio Pineda” familiar y continuadora de la obra del
gran prócer murciano prepara la segunda parte donde tumbas, estatuas y
mausoleos serán el escenario final donde se desarrollará casi toda la segunda
parte de la obra. Un libreto que los de Julio Navarro Albero respetan de
principio a fin y de ahí que el “drama romántico” dure, en esta representación,
casi tres horas tal como lo concibió José Zorrilla.
Es
Murcia. Sus raíces, costumbres y tradiciones. Es la cita obligada con el otoño
que se siente en el cuerpo y el alma.
El recuerdo a los que para siempre
abandonaron este mundo, y que viven en nuestro corazón, que asociamos
invariablemente con esta obra de teatro que va íntimamente unida al sentimiento
popular. Es parte del conjunto indivisible que forman la compra de flores para
los difuntos, huesos de santo y buñuelos para los vivos o las tertulias
familiares en torno a una buena fuente de “tostones”, lo de las palomitas no es
de nuestro vocabulario, mientras por la calle y antes de retirarnos a casa
vamos disfrutando de un cartucho de castañas asadas a la misma vez que, la
banda sonora de esos días, la ponen las campanas de iglesias y conventos con el
toque de ánimas o difuntos.
Y
ya, cuando el telón del “Corral de la Pacheca” está presto a caer sobre la
escena en el viejo Romea Julio Navarro Albero, perdón don Juan Tenorio, hincará
rodilla en tierra y dará gracias a Dios, que es amor, para decirnos a todos
que, tras su vida libertina, “le abre el Purgatorio un punto de
penitencia, es el Dios de la clemencia, el Dios de don Juan Tenorio” Que ese y no otro es el fin último del drama
romántico. Su lectura. Su mensaje. Por muchos pecados cometidos, por muy
libertina que haya sido la vida de la persona, si te arrepientes a última hora,
Dios siempre te perdonará.
Mientras,
en las calles solitarias de Murcia ya noche cerrada, una lamparilla iluminará
un cuadro en las paredes de la iglesia de San Bartolomé, donde la Virgen del
Carmen acude en socorro de las almas en el purgatorio. Y bajo el cuadro, a la
tenue luz, podremos leer “A las ánimas
benditas no te pese hacer el bien. Sabe Dios si tú, mañana, serás ánima
también”
El
público que, como siempre, llena el Romea se ha puesto en pie aplaudiendo a la
compañía que, un año más, ha resucitado la vida del eterno burlador sevillano.
Todo son felicitaciones. La obra es un éxito de principio a fin. Decorados,
escenografía, attrezzo, interpretación y dirección. La compañía se ha volcado
con la puesta en escena y la eterna Murcia ha vivido, en noche inolvidable, una
nueva página de la historia que acude fiel a su cita con la llegada de
noviembre.
Muy lejos de allí en el interior del Santuario
de la Fuensanta en la cúpula sobre la patrona de Murcia don Cecilio Pineda
vestido de don Juan, que para eso lo inmortalizó su amigo Perico Flores
luciendo negro y enlutado traje de época con blanca gola al cuello y rodeado de
aquella bohemia de los años veinte, sonreirá feliz al comprobar que un año más,
su amada compañía, sigue representando como el primer día “Don Juan Tenorio”
Precioso , emocionante y murcianísimo texto. Felicidades D.Alberto
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