AQUELLA BOHEMIA MURCIANA



AQUELLA BOHEMIA MURCIANA


En los albores del pasado siglo se formó en Murcia un grupo, irrepetible, de pintores, escultores y escritores cuyos nombres han pasado a la historia no sólo de nuestra Región sino de España. Hombres de reconocido prestigio y fama que, en aquellos lejanos días se fueron conociendo casi de casualidad y que fundaron una tertulia, tan de moda en la época, que se reunía habitualmente en el desaparecido café Oriental.

Eran estos: Luis Garay, Joaquín, Clemente Cantos, Pepe Planes, Perico Flores, Victorio Nicolas y Antonio Garrigós. 

Este grupo de amigos se conocieron todos de forma casual y se fueron juntando con el único fin de hablar de arte y apoyarse entre sí. 

A partir de la amistad entre Clemente Cantos y Pepe Planes se sumó Victorio Nicolas, gran amigo de Cantos. Después fueron llegando Flores, Luis Garay y Joaquín. El último en sumarse a esta tertulia de la bohemia murciana fue Antonio Garrigós. En aquellos días, Garrigós, vivía en Espinardo, más concretamente, en la Senda de Granada y de ahí conocía a Pepe Planes que lo invitó a sumarse a la mencionada tertulia del Oriental.

Como quiera que éste último, Garrigós, era el único que tenía trabajo estable y cobraba un sueldo se convirtió en "Mecenas" de los demás a los que compraba obras o bocetos con el fin de ayudarles. El que fuera gran defensor de la Aurora murciana trabajaba en aquel momento fabricando e ilustrando, con sus dibujos,  estuches para el pimentón y especias lo que le convertía en una persona con ingresos que podía permitirse ciertos lujos como, incluso, pagar la cuenta de las tardes del Oriental.

Tal fue su dedicación al grupo de amigos artistas que, estos, le pusieron cariñosamente el mote de  "el Meceno" porque siempre pagaba, los invitaba y corría con los gastos de aquellos jóvenes que nada tenían en aquellos momentos. 

El propio Garay nos lo cuenta en su libro "Una época de Murcia" dice textualmente: "El sobrenombre de "Miceno" que pusimos a Antonio procede de un derivado de mecenas que nosotros variamos porque no fuese igual y porque sonaba a cosa de cenas y como además nos invitaba y pagaba muy a menudo nos pareció muy acertado. Su esplendidez nos llevaba cada domingo a una taberna" 

Viejas estampas de aquella época y esa generación irrepetible de pintores y escultores que Murcia regaló al mundo en los albores del pasado siglo XX.









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